jueves, 20 de noviembre de 2014

Literatura Mística.


LA LITERATURA MÍSTICA CASTELLANA






La literatura ascético-mística, que se produce en la época de Felipe II (1554-1598), es una expresión literaria de suma relevancia en la literatura española. La producción escrita, en los siglos XVI y XVII, fue extraordinaria, se publicaron más de tres mil libros sobre este género. La ascético-mística es una manifestación literaria de las más auténticas y distintivas de la literatura española.

El encuentro español con la ascético-mística en el siglo XVI responde a unas conocidas motivaciones históricas. La escisión protestante acarrea un enorme enfrentamiento de carácter religioso y espiritualista que crea un estado de malestar y contrariedad. Los orígenes de la literatura mística coinciden con la culminación de la Reconquista y con el balbuceo del Inicial Renacimiento, en que el espíritu español tiende a mirar hacia el interior.








La palabra «mística» estrictamente sólo deberá aplicarse para designar las relaciones sobrenaturales, secretas, por las cuales Dios eleva a la criatura sobre las limitaciones de su naturaleza y la hace conocer un mundo superior, al que es imposible llegar por las fuerzas naturales ni por las ordinarias de la Gracia. Misticismo es el conocimiento experimental de la presencia divina, en que el alma tiene, como una gran realidad, un sentimiento de contacto con Dios. Pero si la mística es el punto más alto de la vida espiritual y representa un regalo extraordinario de la Gracia de Dios, el alma puede colaborar por todos los medios a su alcance para aproximarse a tal estado de perfección y hacerse digna de él. La ascética depende, pues, exclusivamente, de la voluntad y actividad humanas, pues se trata del período de la vida espiritual en que, por medio de ejercicios espirituales, mortificaciones y oración, logra el alma purificarse, purgarse o desprenderse del afecto a los placeres corporales y a los bienes terrenos.



Ávila es la tierra de los místicos por excelencia de la literatura española: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. La cima más alta de toda la mística española y universal es la alcanzada por los escritores de la Orden del Carmelo Santa Teresa de Jesús (Ávila: 1515-1582) y San Juan de la Cruz (Fontiveros, Ávila, 1542-1591). Ambos fueron escritores excepcionales que lograron alcanzar en vida la perfección. La crítica ha encontrado en San Juan de la Cruz y en Santa Teresa, los exponentes máximos del misticismo hispano.





SAN JUAN DE LA CRUZ 
(1542-1591)






Juan de Yepes y Álvarez nació en 1542 en Fontiveros, provincia de Ávila. Era de familia noble pero arruinada. Estudió primero con los jesuitas en la ciudad de Medina del Campo, y a los 19 años ingresó de novicio en el Colegio de Carmelitas con el nombre de Fray Luis de Santo Matías. Después de profesar continuó sus estudios en la Universidad de Salamanca y, ordenado de sacerdote en 1567, regresó a Medina del Campo. Fue amigo de Santa Teresa de Jesús, quien representa la cima de la prosa mística española y, con ella, emprendió reformas eclesiásticas en la rama masculina de la Orden del Carmelo, fundando el primer monasterio de Carmelitas Reformados o Descalzos, en Duruelo. Desde entonces tomó el nombre de Fray Juan de la Cruz. En 1572, al ser elegida Santa Teresa como abadesa de la casa madre de Ávila, San Juan fue designado director espiritual de aquel convento. San Juan fue elegido prior de varios conventos. En 1577 fue preso en Toledo por frailes calzados pero escapó de la cárcel a los ocho meses. En la ciudad de Úbeda murió el 13 de diciembre de 1592 por consecuencia de ciertas calenturas. Su cuerpo fue después trasladado a Segovia, donde está sepultado. Fue beatificado en 1675, hecho santo en 1726, y declarado Doctor de la Iglesia en 1926.




La obra de San Juan es breve. Su creación más destacada es la poesía puramente mística: consta de 3 composiciones, a saber: «Noche obscura del alma», «Cántico espiritual» y «Llama de amor viva». Se consideran estas tres obras como una unidad que forma un tratado poético de la ascensión mística. En la «Noche oscura» canta el poeta la huida del alma, en medio de la noche, de la prisión de los sentidos y, al fin, libre de ellos, la unión con el Amado. El «Cántico espiritual» expone el proceso místico del camino hacia Dios. En «Llama de amor viva» el poeta canta jubiloso y enamorado su goce supremo.


En San Juan coexiste el místico enamorado que escribía como en pleno rapto o arrobo, y el técnico experto que afina minuciosamente los recursos artísticos de su poesía. Su poesía se expresa en bellas metáforas, símbolos e imágenes, y usa la alegoría del matrimonio. La naturaleza se usa en toda su riqueza: montes, ríos, árboles, flores, animales, perfumes, pero siempre como elementos alegóricos. Su vocabulario es rico en sinonimias, palabras populares y rústicas, antítesis, onomatopeyas


El tema único de su poesía es el de la unión mística con Dios. En efecto su poesía ha sido clasificada como «poesía erótica a lo divino». El plano humano ha sido elevado al más alto simbolismo religioso. San Juan de la Cruz lleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Es el último de los grandes místicos. También en él se agotan las posibilidades de la poesía religiosa. También es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido





SANTA TERESA DE JESÚS 
(1515-1582)



Teresa de Cepeda y Ahumada, o Santa Teresa de Jesús (Santa Teresa de Ávila) fue una monja carmelita. Llega el misticismo español a su máxima expresión humana. Sus obras en prosa son: Camino de perfección (1565), dirigido a sus compañeras monjas; El libro de su Vida (1588), su autobiografía; y Las Moradas o castillo interior (1588), tratado doctrinal de sus experiencias místicas. Fue declarada primera Doctora de la Iglesia en el siglo XX por el papa Paulo VI el 27 de septiembre de 1970.








Teresa de Ahumada Cepeda nació en Ávila en 1515 y provenía de descendencia judío-conversa. El modelo de fundaciones para las carmelitas se basaba en la igualdad más absolutas de sus monjas, en la pobreza radical, en un estilo de vida alegre (entre las reliquias se suelen encontrar tambores, castañuelas y otros instrumentos festivos), libre del hambre y de la dependencia de fundadores caprichosos.




Además de su Epistolario, y su labor poética, sus cuatro grandes obras se pueden agrupar de dos en dos. Un par entran dentro de lo autobiográfico: la Vida (1562- 1565) y el “Libro de las fundaciones” (1576); otros dos son sus tratados de mística: el “Camino de la perfección” y “Las moradas o el castillo interior”










La Vida, por un lado, es una autobiografía espiritual, donde el estilo es desenfadado respecto al uso de la lengua coloquial. Y, por otro lado, es un tratado de mística. Tuvo problemas de censura por la Inquisición, pero los juicios fueron favorables a la monja. El libro de las Fundaciones es la historia externa de su lucha reformista. El Camino de Perfección es un tratado para las hermanas Carmelitas descalzas. Está desarrollado de una forma didáctica, y con una lógica impecable. Santa Teresa se siente angustiada por el ambiente de desconfianza que rodea a las mujeres, sobre todo desde una teología escrita por hombres, muchas veces con menosprecio hacia lo femenino como ser humano.









En las Moradas, obra cumbre del misticismo cristiano, el alma contiene aposentos, igual que el cielo tiene muchas moradas. Teresa escoge las siete de estas moradas superiores. Las cuatro últimas contienen la doctrina mística, empezando con la distinción entre ascética y mística, separando cómo los goces naturales nacen de nosotros mismos y acaban en Dios, en tanto que los sobrenaturales nacen en Dios y resultan en nosotros. Los primeros son obtenidos por el ejercicio de nuestras




potencias; y los segundos vienen exclusivamente dados por Dios, con gran quietud y sin intervención de las potencias.







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